Un 20% de los mensajes nunca se llegan a enviar

¿Cuántas veces hemos escrito una frase durante una charla en Messenger pero, por alguna razón u otra, hemos decidido no enviarlo y simplemente borramos lo escrito y proseguimos la conversación?.

Quizás, por habérnoslo pensado un par de veces antes de enviar un mensaje que pudiera resultar ofensivo, o que no nos hayamos expresado bien, o incluso que el flujo de la conversación haya cambiado rápidamente mientras escribíamos nos hace borrar lo que ya teníamos escrito y listo para enviar. Esto es precisamente lo que han estado estudiando en el Instituto Dortmund de Lengua y Literatura Alemana, y han llegado a unas conclusiones alucinantes: alrededor del 20% de los mensajes nunca llegan a ser enviados por alguna de estas causas.

No es que la mensajería instantánea sea un medio en el que haya que corregir o pensar varias veces antes de formular un enunciado: es la forma de comportarse de los humanos. En la vida real, cuando hablamos una conversación cara a cara, también pasa, aunque en esta situación rara vez nos damos cuenta: tenemos formulada una pregunta, y justo cuando vamos a realizarla, la otra persona nos da la información necesaria para contestarla, de modo que resulta absurdo preguntar de nuevo para obtener dicha información por duplicado.

Esta información puede ser verificada en cualquier sesión de mensajes instantáneos usando, por ejemplo, Windows Live Messenger u otro cliente de mensajería instantánea que permita saber cuándo el contacto con el que establecemos la conversación "está escribiendo un mensaje". Que levante la mano quien nunca haya visto que de repente, esa frase desaparece misteriosamente de la pantalla, sin que en la ventana de conversación aparezca una nueva línea de texto. Me atrevería a decir que a todos nos ha pasado alguna vez. Y es que, por lo visto es algo muy normal en la comunicación entre seres humanos.

Pero, ¿es posible reducir tal cifra de borrados innecesarios?. Quizás, si se implementara un sistema de turnos de palabra entre los interlocutores, esta situación se vería solventada, aunque mirándolo de otra manera sería absurdo implementar dicho sistema. De hecho, la misma naturaleza de la mensajería instantánea, al igual que la de la conversación oral, es totalmente opuesta a dicha manera de comunicación. Imagina que para poder hablar con tus amigos, familiares u otros conocidos tengas que esperar un turno de palabra, como haríamos, por ejemplo, en cualquier juego de mesa, como el ajedrez (exceptuamos, claro está, las normas de educación básicas).

Quizás la manera más efectiva de evitar escribir mensajes que ya no necesitamos sea ser un poco más paciente a la hora de mantener una conversación, y escuchar (o, en el caso de la mensajería instantánea, leer) más atentamente a nuestro interlocutor, y de esta manera podremos extraer a la primera toda la información que nos brinda su mensaje, a la vez que tendremos una idea mucho más clara de la contestación que le queremos dar.

Fuente | NewScientist

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